Porque muchas veces:
Te paraliza el miedo a equivocarte.
Procrastinas, aunque sabes lo que tienes que hacer.
Te saboteas en el amor, el dinero o tus decisiones.
Te repites “no soy suficiente” aunque no lo digas en voz alta.
Reaccionas como si fueras tu versión herida… y no la que estás construyendo.
Nada cambia afuera, hasta que algo cambia adentro.
Y eso empieza por cómo piensas, interpretas y sientes.